Cuando por aquí me preguntan "¿Qué tal México? ¿Te gustó? ¿Cómo se vive allá?", yo siempre respondo: "Es otro mundo, todo al réves... La gente camina de manos." Pero cada tanto algún evento, cuento, chiste, película, una carta de algún amigo, me da a entender que estoy mintiendo, que no somos tan diferentes: no en lo esencial. El mundo se ha convertido en un pueblo global. Creemos en los mismos dioses (aunque a veces les llamamos de forma diferente), tenemos los mismos problemas, sufrimos los mismos dolores... Pero lo que, quizá, nos haga tan tan tan similares es el hecho de que tengamos las mismas compañías multinacional que nos ofrecen: las mismas promesas, los mismos productos de mierda fabricados por los niños en India y Camboya, las mismas publicidades; compramos sus productos con la misma ansiedad y dedicación, y la convicción de que sin ello no podamos vivir; también destruyen nuestros pueblos, naturaleza, nuestras fábricas y nuestras vidas. Nos convierten en las masas uniformadas sin otro fin en la vida que comprar y comprar y comprar. ¿O os parece normal que la gente en México y Coracia tiene la misma ropa, los móviles idénticos; que conducismos los mismos coches y comemos la misma comida? ¿Os parece normal que dos pueblos tan distintos tienen la semejante historia, el mismo triste presente y el mismo desesperante futuro? ¿Os parece normal que de nuestras vidas y nuestros destinos decide la misma gente?
Eduardo Galeano (1978): Días y noches de amor y de guerra, Madrid: Alianza editorial, 1998
Quito, febrero de 1976: Introducción a la historia de América
Había dos pueblitos indígenas que eran vecinos. Vivían de las ovejas y de lo poco que daba la tierra. Cultivaban, en terrazas, la ladera de una montaña que baja hasta un lago muy bonito cerca de Quito. Las dos aldeas se llamaban igual y se odiaban.
Entre una y otra, había una iglesia. El cura se moría de hambre. Una noche enterró una Virgen de madera y le echó sal encima. A la mañana, las ovejas escabaron la tierra y apareció la Milagrosa.
La Virgen fue cubierta de ofrndas. De ambas aldeas le llevaban alimientos, ropas y adornos. Los hombres de cada aldea le pedían la muerte de los hombres de la aldea vecina y por las noches los asesinaban a cuchillo. Se decía: "Es la voluntad de la Milagrosa."
Cada promesa era una venganza y así dos pueblitos, que se llamaban Pucará, se exterminaron mutuamente. El cura se hizo rico. A los pies de la Virgen habían ido a parar las cosas, las cosechas y los animales.
Entonces una cadena hotelera multinacional compró, por un puñado de monedas, las tierras de nadie.
A orillas del lago se levantará un centro turístico.
*Acabo de leer Días y noche de amor y de guerra y se os lo recomiedno muchísimo. El libro trata, sobre todo, de la época de dictatura en Uruguay y Argentina, pero también los régimenes de terror en toda Sudamérica. Son las imagenes cortas, rápidas, pero díficilmente se olivdan y a mi me han puesto a pensar y repensar, y, me da un poco de vergüenza de admitirlo, a llorar en el tranvía con una abueltia simpática dándome el pañuelo mientras se levantaba para que yo pudiera sentarme y llorar "con más tranquilidad".
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